Suecia: el número de personas que tuvieron que recibir atención
médica a causa de heridas de bala aumentó un 20% en 2018, números
que se han duplicado desde el 2012.
Las
estadísticas del registro de pacientes de la Junta Nacional de Salud
y Bienestar de Suecia muestran que en 2018 un total de 148 personas
fueron tratadas con heridas de bala, 26 más que el año anterior.
Según la junta, las estadísticas no reflejan a aquellos que
murieron como resultado de disparos y murieron en el lugar de la agresión.
Anders Östlund, médico jefe de traumatología y cirugía de
emergencia en el Hospital Universitario Karolinska en Solna, declaró
sobre este aumento que: "...requieren una gran cantidad de
recursos. En su mayor parte, estos pacientes terminan en una unidad
de cuidados intensivos y quizás en una sala de operaciones de manera
bastante inmediata ".
El jefe del Centro de Trauma del Hospital Universitario
Karolinska, Lennart Adamsson, agregó: “No todos los agredidos
llegan aquí, porque muchos mueren antes de venir. Podemos recibir
una alarma, pero nunca llegan porque ya están muertos en el acto.
Eso ha cambiado ".
El presidente del gobierno de España no ha tenido empacho en
reivindicar la herencia de la II República española, inicio y recuerdo de tantas cosas no todas buenas.
Quizá alguien haya
recomentado a Pedro Sánchez el aventurerismo guerracivilista, pensando que lo necesario para la sociead
española es reivindicar un periodo de polarización, radicalismo y
enfrentamiento civil. Porque no puede ser (¿o sí?) que intente pescar en
un río que –ideológicamene– el socialismo remueva en puro interés partidista. Y
digo que no puede ser sin mucha esperanza, porque fue precísamene el PSOE quien, durante la II República, realizó precísamente eso: radicalizar, enfrentar españoles y
entregarse al pistolerismo. Tantos años pasados para volver a la casilla de
salida socialista. Qué cruz.
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Se
les habrá pasado decirlo en los telediarios de España: Inmigrante
apuñala a militar italiano al grito de "Alá es grande".
Esperando el pronunciamiento los
colegio de psicólogos y
periodistas,
aquí
la
noticia.
También podemos leer que una asociación de policías de Suecia que
trabajan preferentemente en la zona de Rinkeby (catalogana como No go
zone) protestan pues, según ellos, los delincuentes se ríen de sus
leyes.
También nos hacemos eco de unas declaraciones aparecidas en LeFigaro, efectuadas por el responsable de uno de los mayores
sindicatos de policía de Amsterdam, en donde califica a los Países
Bajos de “narcoestado”, debido al aumento de los crímenes
relacionados con el tráfico de drogas.
Desde hace años, Europa está recibiendo la mayor migración humana acaecida en este continente
desde finales de la segunda guerra mundial.
Cae el primer muro
Tras la implosión de la URSS en 1989, la desestabilización del Sahel y del Cuerno de África causó
la caída de aquellos regímenes que eran sostenidos o recibían influencia de uno de los dos bloques hegemónicos: Estados Unidos o la URSS. Es
precisamente en ese propicio --y anárquico-- vacío donde florecieron la delincuencia, primero, y el yihadismo terrorista más adelante.
El último estadio del proceso que se gestó años ha, es el actual
y masivo tráfico de personas que recibimos principalmente en Europa, un drama instrumentalizado por
delincuentes, narcotraficantes, mafias, organizaciones privadas,
políticos corruptos y organizaciones terroristas.
Pero vayamos al principio.
11 de septiembre de 2001: la <<Patriot Act>>
Aprobada
por abrumadora mayoría por la Cámara de Representantes y por el Senado estadounidense, y promulgada después por
el presidente de los Estados Unidos George W. Bush (26 octubre 2011), la "Ley Patriótica" constituyó una ley que ampliaba la capacidad de control del Estado para combatir el terrorismo. Mejorando la capacidad y coordinación de las distintas agencias de seguridad de EEUU, este
control ponía trabas al flujo internacional de ingresos por
actividades delictivas y al lavado de dinero.
Las medidas de presión de la <<Patriot Act>> ocasionaron
que los cárteles colombianos formaran empresas conjuntas con el
crimen organizado italiano, y así porder lavar en Europa los ingresos obtenidos por medio del narcotráfico.
Que en Europa no existiera una legislación similar a la Ley Patriótica norteamericana, facilitaba al crímen organizado "mover" unos beneficios obtenidos por el tráfico de drogas. Por ejemplo, las ganancias generadas
en España, podían ser transformadas en derivados del mercado inmobiliaria invertidos en un país del centro de Europa para, desde allí,
poder ser transferidos en euros hacia Bogotá sin pasar ningún tipo de
filtro.
Antes
del 11 de septiembre y los ataques terroristas de Londres y Madrid,
los carteles latinoamericanos de la droga enviaban su producto directamente a
los puertos y aeropuertos europeos, pero, después de los episodios terroristas y con el aumento de las
medidas de seguridad en toda Europa, se vieron obligados a encontrar nuevas rutas para sus envíos.
En ese momento, Venezuela y África occidental resultaron ser ideales.
Durante la mitad de la década de
1990, los carteles colombianos de la droga se esforzaron por establecer un clima de buenas relaciones con los políticos de la
vecina Venezuela chavista. La técnica fue sencilla: colmarlos de dinero. Los resultados no tardaron en llegar. Ya en 1998 y tras su
elección, Hugo Chávez ofreció refugio a organizaciones armadas
implicadas en el tráfico de la cocaína colombiana. Tras 2001, llegó
ingluso a animarlas para que estableciesen sus plantaciones de coca en suelo
venezolado:
La
siguiente fase de la operación “Africa” resultó más que
evidente: se usaría Venezuela como punto base para el transbordo y posterior traslado de la cocaína que tendría como destino final Europa.
En principio, los carteles eligieron Guinea-Bissau, una zona conocida antaño como la <<Costal del Oro>>, alcanzando su triste fama por ser la franja del litoral africano occidental desde donde partían los transportes de esclavos hacia el Nuevo Mundo. Para su sorpresa, cuando
los narcos aterrizaron en Guinea-Bissau hallaron otra inesperada pero eficaz
vía por la que traficar sus envíos de cocaína: las viejas rutas de
contrabando transaharianas. Y así, transportarían la cocaína oculta en los mismos camiones y
todoterrenos utilizados por los contrabandistas. Esos mismos camiones arenosos que, años después,
serían también utilizados primero para transportar los occidentales secuestrados, y posteriormente en
el tráfico de personas.
Daniel Ruiz,
denunció como representante de la ONU en Guinea-Bissau el creciente
papel de la nación en el tráfico de cocaína:
<<Desde un punto de vista geográfico, Guinea-Bissau era muy buena elección como punto para el transbordo de la mercancía. Es un territorio llano que incluye un archipiélado de unas ochenta islas, todas ellas cubiertas de una densa selva y fácilmente accesibles por mar. Contaba, además, con veintisiete pistas de aterrizaje construidas por los portugueses durante sus guerras coloniales, ideales para aviones pequeños que atravesaran el Atlántico desde Venezuela cargados de cocaína. Por último, Guinea-Bissau era un importante puerto pesquero. De ahí que sus puertos dispusieran de enormes almacenes vacíos donde el cartel podía guardar la droga>>.
Guinea-Bissau
tenía el caldo de cultivo propicio para las que se han calificado como: <<Las tres plasgas>>. (Sonsoles Meana) A
saber: la corrupción, el narcotráfico y el extremismo religioso.
El terrorismo yihadista
En
2003, terroristas argelinos
del Grupo Islámico Armado (GIA) que
utilizaban el contrabando
transahariano como
medio de financiación,
decidieron diversificar actividades
secuestrando periodistas y cooperantes occidentales
que, confiados
de
una falsa sensación de seguridad en el mundo globalizado, recorrían
todos los rincones del
planeta
(también los más peligrosos) Por supuesto contaban con el respaldo
de sus
estados que, después
de que fueran
secuestrados, pagaban los
jugosos rescates exigidos
por los criminales que les retenían.
Con este dinero se financió en sus inicios un nuevo grupo armado: Al
Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) El secuestro de occidentales
había pasado a ser una importante fuente de ingresos para los terroristas.
Para financiarse,AQMI ha recurrido tanto tanto al secuestros y tráfico de
personas como al tráfico de droga en aquellas áreas más ingobernables
del Sahel. Fundadores de AQMI ha seguido manteniendo sus vínculos con las
redes de contrabando que se extendían desde el África occidental
hasta el norte del continente, y que incluían diversas
organizaciones delictivas de pequeño. Del contrabando de
cigarrillos pasó al tráfico de cocaína aprovechando las mismas
rutas transaharianas; luego diversificó su campo de actuación y se
dedicó al secuestro de extranjeros para, en último lugar, involucrarse
en el tráfico de inmigrantes desde África occidental hasta Europa.
Mojtar Belmojtar
Los
lazos entre los yihadistas y los cárteles latinoamericanos se hizo
tan evidente que, asombrados, las fuerzas antiterroristas
occidentales informaron de la localización de un Boeing 727calcinado enmedio del desierto de Mali en 2009. El avión había sido
cargado con cocaína en Venezuela, y, despés de haber sido pilotado
hasta el otro lado del Atlántico, se había estrellado en el
desierto y había sido quemado para eliminar pruebas.
La droga llegaba desde Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Brasil. Al aterrizar en África, el grupo yihadista se encargaba de escoltar –tras convenido
precio– el transporte de la cocaína latinoamericana a
través del Sáhara rumbo a Europa.
En la primera década del siglo XXI, con una criminalidad
generalizada que había corronpido el poco o mucho tejido social, la
desestabilización del Sahel lo hacía prácticamente ingobernable.
Aparecieron varios Estados fallidos o semifallidos cuya situación
forzó a muchos de sus ciudadanos a convertirse en emigrantes
económicos. El destino de todo ellos estaba claro: Europa.
Con
la agilidad propia de los criminales, los terroristas de AQMI no
tardaron en darse cuenta de las posibilidades que tenía invertir
parte de las ganancias obtenidas con el negocio de los secuestros y
el narcotráfico en esta otra rama de la delincuencia: el tráfico de
seres humanos. Y no solo en África. Cuando en 2015 y tras diversos
conflictos estalló la crisis migratoria en Oriente Próximo, los
secuestradores y contrabandistas se apresuraron a reconvertirse en
traficantes de mercancía humana: contaban –como había pasado en
el Sahel con la infraestructura contrabandista– con toda una
estructura organizativa dedicada al secuestro de occidentales.
Con unos ingresos netos de unos 100 millones de dólares mensuales en
verano de 2015, los mercaderes de personas entregaban decenas de
miles de ellas cada semana en las costas europeas. Era un negocio
“rentable”, porque la demanda superaba con mucho a la oferta y el
coste de llegar a Europa no deja de crecer. En los inicios, 7000
dólares era el precio por llevar a una persona del África
occidental hasta Italia. En el verano de 2015, con esa suma ya no se
pagaba más que la corta travesía que lleva de Siria a Turquía y de
Turquía a Crecia.
Los traficantes de seres humanos de la actualidad no son distintos de
los comerciantes de esclavos del siglo XVIII: limitan la libertad de las personas y
mercadean con sus vidas por puro interés
crematístico.Utilizan a las personas como mercancía. Su mercado es la desesperación.
Un negocio perfecto para los criminales
La OIM ( Organización Internacional para las Migraciones) publicó
en 2004 unas impactantes estadísticas referidas: más de un millón
de personas del África occidental y central habían emigrado
clandestinamente a Europa en el transcurso del decenio. El tráfico
humano se había convertido en el mayor tinglado delictivo en el
continente africano, solo superado por el de la droga.
Hoy día esas cifras se han quedado obsoletas ante
la avalancha de refugiados e inmigrantes que tratan de alcanzar las costas y fronteras de
Europa. Se cifra en un millón los inmigrantes que lograron entrar en Alemania durante el 2015. En el invierno de 2016, la media de personas que entraba en
Europa era de 3000 al día.
El 2004, obtener la documentación falsificada para acceder a la Unión
Europea costaba alrededor de 4.000 dólares en países como Costa de
Marfil, pero en lugares más pobres como República Centroafricana el
precio rondaba los 1.900 dólares. En aquellas fechas, los
traficantes ofrecían a quienes se podían permitir un billete de
avión desde Costa de Marfil o Senegal hasta Europa un viaje por
tierra hasta las costas de Libia y, desde allí, acceder por barco
hasta Italia, costando todo el “paquete” entre 1.000 y 2.000
dólares.
Antes de que la UE abriera oficiosamente sus fronteras en 2015, un
ciudadano sirio que quisiera entrar en Europa con un pasaporte real
desde Rumanía o Bulgaria por vía aérea tenía que pagar entre
10.000 y 15.000 euros. Si el mismo ciudadano sirio decidía acometer
el viaje por tierra, el riesgo aumentaba pero los costes eran
menores: costaba entre 2.000 y 4.000 euros.
En 2004 Interpol calculó que el negocio de la inmigración ilegal en
Costa de marfil rondaba entre los 50 y 100 millones de dólares al
año, mientras que los traficantes que hacía de intermediarios en
Senegal se embolsaban uno 100 millones de dólares también. Hoy día,
se estima que todas estas cifras son 10 veces superiores.
Un documento de Europol fechado en febrero de 2016, constataba la
existencia de una nueva generación de “redes criminales que
explotan la desesperación y la vulnerabilidad” de millones de
personas. Más del 90% de los inmigrantes que llegaron a Europa en
2015 utilizaron los “servicios” de las redes criminales.
El tráfico de personas es un “delito muy atractivo” económicamente, porque
permite a los criminales obtener unos beneficios enormes sin
arriesgarse excesivamente en caso de ser detenidos, señala
Europol. Es un negocio multimillonario del que viven más de 40.000
sospechosos en un centenar de países, según la base de datos del
organismo policial europeo.
Y así, para todas las organizaciones criminales de África u Oriente
(de origen contrabandista, orientación religiosa o terrorista ) el
tráfico de personas era el paso natural de la evolución de un
“negocio” (el tráfico de personas) cada vez más pujante.
En 2007 el italiano Fabricio Gatti publicó un libro (Bilal)
relatando su viaje de Senegal a Italia como infiltrado entre los
inmigrantes. Fabricio relata toda una estructura dedicada al tráfico
de personas, cuya cima estaría coronada por los traficantes de droga
y personas, pero que en su base también podríamos encontrar todo un
tejido “económico”. Por ejemplo los dueños de “taxis”
que trasladan a inmigrantes en sus destartalados vehículos hasta
los puntos de recogida; o la multitud de pequeños
puntos en todo el recorrido donde tenderos hacen negocio vendiendo
productos esenciales a los inmigrantes; además, también se encuentran policías y militares corruptos que
roban o estorsionan a los inmigrantes durante el viaje o en los puntos de
control. En definitiva, Gatti ha calculado que el dinero movido entre
los sobornos y demás, podría alcanzar la cifra de entre 1 y 2
millones de europs netos, lo que nos informa de que el tráfico de
personas llega a constituir un fructífero negocio capaz de sostener la depauperada economía de emplias zonas de África.
También por Somalia
Presa de diversos conflictos y bajo intermitente influencia de la
URSS (primero) y de los USA (después) las armas soviéticas y
norteamericanas sirvieron para alimentar los violentos conflictos y
guerras que arrasaron el país. En un “estado fallido” de libro,
la piratería somelí floreció el “negocio pujante” de la zona.
La ONU calcula que, de 2005 a 2012, la piratería generó entre 350 y
420 millones de dólares en el Cuerno de África. En 2006, 188
personas fueron hechas rehenes; en 2009 1.050; en 2010 ya 1.181.
Pero la pirateria –al igual que ocurrió con el secuestro de
occidentales en el Sahel– estaba condenada a ser un fenómeno con
escaso recorrido. Reaccionando al secuestro de sus navíos, las
compañías de transporte marítimo internacional y las compañías
de seguros optaron por embarcar personal armados en sus navíos, e
incluso costear flotills armadas que les proporcionasen escolta. Como
consecuencia de tales medidas, los piratas somalíes hicieron la
misma reconversión empresarial que sus homólogos del Sahel: se
dedicarían al tráfico de seres humano. El negocio más pujante de
África.
El Danish Refugee Council publicó el resultado de una investigación
realizada en Yemen entre mayo y junio de 2012 acerca del tráfoco de
migrantes etíopes. La publicación, titulada Desperate Choices,
incluía entrevistas con 130 personas que había sido víctimas de
los traficantes. Las conclusiones eran impactantes: <<El
secuestro, la tortula, la violencia sexual, el rapto y la extorsión
se están convirtiendo en riesgos extendidos y frecuentes, en
ocasiones letales incluso, para los migrantes en tránsito hacia los
Estados del Golfo>>.
Voces como la del periodista Colin Freeman (corresponsal del Daily
Telegraph, quien a su vez fue también víctima de un secuestrado en
Somalia) denunciba que la Unión Europea había demostrado una
indiferencia relativa ante la actividad de los piratas cuando estos
se ponen el <<mono de trabajo>> del traficante, lo que
contrastaba con las enérgicas –y militares– medidas, como por
ejemplo la <<Operación Atalanta>>, dispositivo puesto en
marcha por que la Unión Europea para combatir la piratería. <<A la vista de que a menudo son las mismas bandas las que
controlan ambas líneas de actividad, cabría esperar que las
personas que trafican fuesen una prioridad del mismo nivel para las
patrullas navales extranjeras como lo es la piratería>>.
La conexión Siria
Como
ocurrió en África, la actividad de las bandas criminales (ex
combatientes y yihadistas) nacidas de parasitar el conflicto bélico
en Siria, comenzó, en
un primer momento,
con el secuestro de occidentales. Los
criminales lograron
formar rápidamente toda una red de grupos delictivos especializados
en el secuestro de extranjeros. Así,
de
igual modo que sus colegas africanos, cuando descubrieron el
floreciente negocio de la inmigración clandestina,
utilizaron toda
su
infraestructura delictiva
para extender sus
tentáculos hasta la misma Turquía, puerta con Europa y por tanto
punto geoestratéfico del
máxima interés.
El
viaje en avión desde Turquía puede costar entre 8.000 y 10.000
euros, mientras que la ruta terrestre es más barata.
Con
una estructura criminal perfectamente establecida,
muchos delincuentes africanos, orientales y europeos se aprovechan de
las rutas de la inmigración para traficar con otras "mercancías":
drogas y prostitutas.
Con
ánimo de lucro
El
mayor movimiento de personas desde la segunda guerra mundial no solo
es un filón para delincuentes europeos de poca monta. Desde ONG de
ayuda humanitaria hasta empresarios independientes, son muchos los
agentes para quienes esta situación representa una inmensa
oportunidad de crecimiento, pues los refugiados e inmigrantes son
personas a las que hay que alojar, vestir, alimentar y reubicar. He
ahí un significativo sector de actividad <<legal>> que
es sufragado (una vez más) el parte con el dinero de los
contribuyentes, y en parte como parte de un volumen de negocio
privado.
Un
país de 5 millones de habitantes como Noruega recibió en 2015 a
31.500 refugiados, más del doble de los que había recibido un año
antes. Dichas personas procedían predominantemente de Siria,
Afganistán, Irak y Eritrea. La Dirección General de Inmigración
(UDI) de Noruega, viéndose incapaz de gestionar tal flujo de
entrada, recurrió a empresas privadas en busca de ayuda.
Un
90 por ciento de los refugiados que viven actualmente en Noruega son
atendidos por compañías privadas con ánimo de lucro. Para los
dueños de esas empresas, la llegada masiva de inmigrantes y refugiados equivalente a la Fiebre del Oro en la naciente Norteamérica.
Por alojar y alimentar a los refugiados, el gobierno noruego para
entre 31 y 37 dólares por noche.
Compañías como ORS Service AG generan sus ingresos mediante el negocio de la atención a refugiados en Suiza, Austria
y Alemania. Por otra parte, es imposible recabar información sobre
los ingresos de muchas de esas empresas, pues
las empresas con ánimo de lucro que se encargan de los refugiados se
han vuelto muy reservadas con sus cuentas.
En
el Verano de 2015, unos quinientos migrantes y refugiados estaban
alojados en un gran complejo, Centro di Costagrande, en el Véneto, cuyo propietario es un rico empresario de Verona, Pietro
Delaini. El gobierno italiano para 35 euros por persona y día:
27.50 euros por habitación y comida, 2,50 euros en concepto de
dinero para pequeños gastos personales, y 5 euros para que la
organización cumpla con los requisitos del programa, que van desde
clases de idiomas hasta visitas médicas. A veces se tiene la impresión de que los refugiados son mercancía para todo el mundo, una fuente inagotable de ingresos, toda una industria que se alimenta de la tragedia pero que, sin embargo, también crea cientos de puestos de trabajo en Europa.
Como
quiera que el tráfico de inmigrantes ha resultado ser un negocio
rentable (igual que antes lo fue el secuestro de extranjeros) las
organizaciones terroristas yihadistas, que controlan muchas de las
zonas y pasos clave de las rutas de la inmigración, empezaron hace
años una incursión y posterior dominación en el floreciente negocio del tráfico de personas.
Como
relata Adrian Goldberg (Terror Finance & Emissions) los
traficantes de personas pagan al Daesh un 50 por ciento de sus
beneficios a cambio del derecho de navegación. En 2015, dicho
“impuesto” generó unos 20 millones de dólares por cada diez mil
inmigrantes. La organizaciones terroristas son cada vez más presentes en todas las rutas de la inmigración masiva.
El
aumento del flujo de inmigrantes que intentaron llegar a la Unión
Europea ha generado la preocupación (en Europol) de que las rutas y
redes del tráfico de personas sean utilizadas para la infiltración
de terroristas (por ejemplo excombatientes extranjeros) En Europol
también preocupa la financiación de organizaciones terroristas
mediante el tráfico de personas.
En
2015, las autoridades policiales de la UE identificaron algunos casos
aislados relacionados con el uso de rutas de la inmigración por
parte de terroristas. La mayoría de los casos se trataba de sirios o
de otros países de Oriente Medio o África del Norte. Dos de los
preguntos autores de los ataques de París en 13 de noviembre de 2016
viajaron a Europa disfrazados de inmigrantes irregulares. Los
miembros de grupos terroristas o combatientes extranjeros que
regresan con una nacionalidad de la Unión Europea, generalmente
utilizan documentos robados, falsos o falsificados para viajar a la
UE, y, por lo general, confían en las facilidades y protección
ofrecidas por las redes de tráfico de personas.
Las redes criminales operan en ¡¡230 puntos calientes!!
repartidos por las principales rutas de entrada a Europa. Los contrabandistas ofrecen a sus víctimas varias modalidades de pago.
La mayoría, un 52%, abonan el viaje en efectivo. Un 20% recurre a la
“Hawala”, un sistema para transferir dinero utilizado habitualmente por
el mundo musulmán que no deja rastro. En un 16% de los casos la familia
efectúa el pago de los miembros que optan por emigrar.
Infiltración terrorista en EUROPA
Por
pura lógica, las organizaciones de terroristas yihadistas que
utilizaban su infraestructura para sus criminales negocios y financiación, no tienen demasiados escrúpulos en utilizar los flujos migratorios para
infiltrar sin el control de las autoridades policiales europeas elementos terroristas en Europa. Fenómeno que podemos observar de una manera creciente en los últimos
años.
Y
esa verdad incómoda, negada por quienes son favorables de una inmigración
masiva y descontrolada, cuyos gurús mediáticos seleccionan
convenientemente las noticias más amables y asépticas, no pueden evitar que la verdad empiece a emerger.